martes, 26 de marzo de 2013

Lunes Santo 2013


NO TODAS LAS AGUAS FUERON PENAS

Había quien decía, no sin cierta guasa, que el Sacri debería citarse en la entrada de la Virgen de las Aguas del Museo para cantarle la saeta que suele interpretarle a la Soledad de San Lorenzo cada Sábado Santo y que reza aquello de “Divino broche de oro que cierra la Semana Santa”. Y es que las previsiones de agua para los próximos días no invitan al optimismo.
Precisamente con optimismo comenzaron la jornada las primeras hermandades del día, que desafiaron a la meteorología a pesar de las cuatro gotas que cayeron. Una a una se lo fueron contagiando hasta que la Virgen de las Aguas hizo su aparición en la Plaza del Museo. Entonces, ya todo estaba en su sitio.  
Abundante público hasta la una de la madrugada. Había ganas de Semana Santa después de lo vivido el Domingo de Ramos, aunque fue decreciendo a medida que pasaban las horas. 
Con un retraso de media hora en la jornada, cuando la Virgen del Museo entraba en la Catedral, comenzaba el regreso de las nueve cofradías del día a sus templos.  El Polígono y Santa Genoveva ya andaban metidos en sus barrios, mientras que Santa Marta ya había puesto el punto y final a la estación de penitencia.  
El misterio del Beso de Judas, por su parte, ponía patas arriba la Pila del Pato. Puede que este misterio sea uno de los más elegantes en su forma de andar. Allí, en San Leandro, las monjitas, que tan mal lo están pasando con la ruina de su casa, le cantaron a los titulares de la Redención. 
En ese momento alcanzaba Vera Cruz la calle Francos y el Salvador. El comentario era unánime: “qué hermosa va la Virgen de las Tristezas”. Gracias al buen gusto de los priostes y de su vestidor, Antonio Bejarano, Sevilla está descubriendo a una imagen que hasta ahora pasaba desapercibida. Esa belleza de mujer madura, envuelta en un palio de los más sencillo y sobrio, fue una de las imágenes del día.  
Y del Salvador, al Baratillo, donde el misterio de San Gonzalo recibió una de las mayores ovaciones de la noche. Tras él, aunque un buen rato después, la Virgen de la Salud llegaba a la calle Adriano a los sones de “Procesión de Semana Santa en Sevilla”. Una marcha que también pudo escucharse tras el palio de la Virgen de Guadalupe en la Plaza del Triunfo. Sin duda, una muy grata noticia la recuperación de composiciones de tal calidad que habían quedado relegadas a un segundo plano por la insistente interpretación de marchas nuevas de dudosa factura.  
La Virgen de Guadalupe, muy elegante, como el misterio, tras el que se estrenaba la banda de las Tres Caídas, que ayer hizo doblete. La tipología del paso –un calvario– y los sones de la que está considerada como la mejor banda de cornetas y tambores de Sevilla, hacía que recordara a los de pasos de Montserrat y la Lanzada.  
Muy desangelado fue el paso de la cofradía de las Penas de San Vicente por la Campana de regreso. Este nuevo itinerario de prueba, para acortar recorrido en lugar de ir por Orfila, Javier Lasso y Aponte; no gustó a casi nadie. Al estar desangelado, el público podía seguir a los pasos, pero tenían que hacer salto de obstáculos por la cantidad de barreras que había, por no hablar de la basura, que deja una imagen lamentable del punto de inicio de la Carrera Oficial. No se explica cómo se tiene tanto celo en determinados puntos “negros” en los recorridos de las hermandades y con éste, en concreto, nadie dice nada.  
Se adentraba la Virgen de los Dolores de las Penas en Alfonso XII, que podría haberse apagado tal y como sucedió posteriormente con el Museo, y atravesaba Santa Vicenta María. Quitando el escenario, todo fue maravilloso, sobre todo cuando Tejera interpretó “Virgen del Valle” en la revirá con Virgen de los Buenos Libros. El público que allí se daba cita era selecto, para nada abundante pero muy respetuoso. Parecía una Semana Santa antigua.

Y el Museo…
Ese público, cuando entró Las Penas de San Vicente, cruzó hasta Alfonso XII para ver el regreso por esta calle de la Hermandad del Museo, cuya cruz de guía había remontado como pudo el retraso del día y se colocó tras el palio de las Penas cuando éste cruzaba la Campana.  
El escorzo laocoontiano del Cristo de la Expiración se vio envuelto en la penumbra de Alfonso XII, donde a pesar de la oscuridad pudo apreciarse la recuperación de la policromía del Señor, una de las grandes obras de arte de la Semana Santa de Sevilla. 
Y, cuando el Crucificado entró, se pararon los relojes. No cabía más perfección en la escena. Para este humilde cronista, el mejor momento de lo que llevamos de Semana Santa. La Virgen de las Aguas enfiló la calle con un repertorio exquisito, un andar elegante, apresurado como antaño y escupiendo las bambalinas con gracia. Pudieron escucharse marchas como “Cristo de la Expiración”, “Coronación de la Macarena”, “Cristo del Desamparo y Abandono”, “Virgen del Patrocinio”, o “Corpus Christi”.
Paraba el palio justo antes de la confluencia de Alfonso XII con San Vicente y, desde un balcón, se hacía justicia con un hombre que siempre puso la voz a aquella entrada. Pili del Castillo le cantó una saeta a la Virgen en la que recordó la memoria de Pepe Peregil... “Si al llegar a tu capilla, notas que te falta algo, no llores tú Madre mía, que Peregil desde el cielo, seguro que te está cantando”.  
Se estremecía la plaza y, de repente, “Virgen del Valle” para posarse frente por frente a la capilla, donde hizo su entrada a las 3.20 horas de la madrugada, mucho más tarde del horario previsto. Pero, qué más da cuando, en ese momento, aquella estampa medida hizo parar el tiempo.  
El tiempo, precisamente ayer ni influyó ni existió. Hubo Aguas, sí, pero sólo las de Dos de Mayo y el Museo, y aún quedaba tiempo para ir al Barrio León y despedir, con su salve, a la Virgen de la Salud, que al filo de las cuatro de la madrugada ponía punto y final a un Lunes Santo para el recuerdo.

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