Transcurría la madrugada del 21 de febrero de 1989, la parroquia de Omnium Sanctorum estaba vacía, fue entonces cuando los ladrones accedieron al templo y desvalijaron todos los cepillos, así como un alfiler de oro de la Virgen del Carmen. No contentos con lo sustraído, la tomaron con el Cristo de las Almas de
los Javieres, que se encontraba en el suelo después de haber celebrado
ese fin de semana el besapiés en el presbiterio de la parroquia.
Cuando los hermanos de los Javieres se encontraron la escena al día siguiente, se quedaron estupefactos al comprobar que la imagen tenía una profunda grieta en el brazo derecho, que estaba prácticamente descolgado, así como daños en la parte posterior de la cabeza como consecuencia de haber recibido golpes con un objeto contundente.
Los daños sufridos ponían en peligro la salida del crucificado el próximo Martes Santo, y fue Antonio José Dubé de Luque el encargado de realizar una reparación de urgencia. El objetivo, a
priori, era que una vez concluida la Semana Santa el crucificado de
Pires Azcárraga fuera llevado a Madrid para ser intervenido en
profundidad por el ICROA, por mediación de la Junta de Andalucía.
Una vez realizado el estudio sobre su estado de
conservación, la junta de gobierno comenzó a plantearse la posibilidad
de que el Cristo no participara durante la estación de penitencia. Y así
fue. Al no haber tiempo para la restauración antes de la Semana Santa, en uno de los cabildos extraordinarios más dolorosos celebrados por esta hermandad, se decidió no sacar el Martes Santo de 1989 al crucificado, y en su lugar se dejaría un espacio de respeto en recuerdo de la imagen.
La hermandad de los Javieres, tras tomar la decisión de que el Cristo de las Almas no saldría, organizó turnos de vela por
parte de los nazarenos ante el crucificado durante todo el Martes
Santo, hasta las diez de la noche, pudiendo ser visitado por los
sevillanos mientras la cofradía cumplía con su estación de penitencia, tan sólo con el palio de la Virgen de Gracia y Amparo.
Nazarenos guardando el espacio en el que estaría el paso |
Al paso de los manigueteros, las personas que ocupaban las sillas de la carrera oficial se levantaron como si estuviera presente el paso del Cristo, en señal de respeto
Aquel Martes Santo, además, la ciudad contempló por primera vez a la hermandad del Cerro del Águila llegando al centro neurálgico de la ciudad. Fue una jornada para la historia.
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