Una vez más, San Pedro lloraba desde lo alto de la Giralda, con lágrimas en forma de música. Y, de nuevo, era la Banda del Sol la que se subía a lo más alto de ésta, la más sevillana de las torres, para dar forma a esta tradición.
El día de San Pedro, eran lágrimas convertidas en música de clarines, las que rememoraban que el Santo y apóstol negó hasta tres veces a Jesús, con los tres toques interpretados en cada cara de la Giralda, coincidiendo con cada punto cardinal de Sevilla.
Las Lágrimas se interpretan en tres ocasiones, a las doce de la noche del 29 de junio; a las nueve y media de la mañana; y a las doce de la mañana.
Hubo varias novedades en esta ocasión, como la salida por la puerta del Perdón en el desfile de los últimos toques alrededor de la Catedral, o el hecho de volver a postrarse ante la Virgen de los Reyes en la Capilla Real.
Además, a causa de las obras en el campanario, los miembros de la Banda del Sol se situaron a más altitud que habitualmente, estableciéndose en el en el balcón más alto de la torre, el conocido cuerpo del pozo.
Es en la tercera de la interpretaciones cuando un cuerpo con siete alabarderos, dos tamboras y los seis clarines, recorren las naves catedralicias y hacen la entrada por la puerta de Campanillas.
Al entrar, después de quitarse el casco en señal de respeto y de desfilar hasta la Capilla Real, se arrodillan ante la Patrona.
Seguidamente, los alabarderos se quedan en la Puerta de Palos haciendo Guardia, mientras los clarines, concretamente 6, suben hasta la Giralda.
Y tras los repiques de las campanas, que duraron unos cinco minutos, y la interpretación de los tres toques en cada cara de la Giralda, los músicos volvían a la Catedral y se despedían de la Viegen de los Reyes, haciendo a continuación su entrada en el Tesoro Catedralicio, concluyendo así el acto de tanta tradición recuperada por la Banda del Sol hace 28 años.
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