«Señor, no soy digno de que entres en mi casa; pero una palabra tuya bastará para sanarme.» Señora, no soy digno de entrar en tu casa, pero tu mirada redentora me sana por dentro. Una mirada redentora y misericordiosa , empañada por las lágrimas y el llanto agridulce que tuerce tu rostro en una mueca de pena y hermosura, macabra mezcla que refleja la belleza y la Pureza de tu rostro, Esperanza.
Una mirada que se clava en el horizonte, dolorida,...